Y le
enrostro tu nombre
a
la aurora...
¿Qué
encierro usa la gota
del
rocío sin leyendas,
sin
una efigie
de
sombras
cuando el paso solitario
es huella débil
de asfalto o de barro?
¿O
no hay lides doradas
en
medio de las sombras,
cuando
el verbo
enoja
al cuerpo
de pieles
rojas
frente
al humo que fallece?
No.
Hay dedos de fuego.
Hay
corcheas de cielo...
Hay
premuras de besos,
sobre
la tierra
sin
memoria de risas,
hay
caminos
de
oleaje de amapolas
brotando
en los alambres...
Hay
furia de hijos,
que
brotan en las chépicas
de los
campos.
Hay
piedras...
Hay
rocas que no se rompen
siquiera
con la luz
del
amor de las
vías
férreas...
¿Y qué
va?...
Es
más sonoro el grito
del
corazón que canta
el
oleaje de caracolas en fiesta.
Que
vienen...Que van quizás.
Hacia
el diagonal universo
de
bosques de cemento,
donde
el viento
grita
y calla...
Y
la ola
es
solo el pulso
tormenta que arrecia
con tu arena...
Y le
enrostro tu nombre
a
la aurora...
A
un cultivo de rosas,
a
un clamor de espinas,
que
aprietan mi mano
hasta
el fin de los cielos...
Ignacio
Araya Dinamarca
19
de Abril de 2014