Radio Voces y Letras

 

 


jueves, 24 de febrero de 2011

Carroza...


Carroza que va en cortejo,
de muerte, pasión y salmos,
banderas visten caminos
con lágrimas de veredas
sudor y pudor de cobre,
madera negra de sangre
va serpenteando a la vida
su séquito de cobardes.

El hambre cubre las calles,
batallas de un vagabundo,
daga homicida del rico
que roba su pan al mendigo
saqueando las esperanzas
de niños arrodillados,
con basura alimentados
y diarios como cobijas.

Carroza que va indolente
por páramos destruidos.
la muerte llora su muerte
la vida implora su ruido
y por más que la muerte llore
arrepentida del daño
el poderoso le anima
al golpe de un genocidio.

Plaza de bancos dormidos
oxígeno envejecido,
océanos sin soldados
que nutran los arrecifes,
la voz del que yace a diario
en las aceras manchadas,
caretas de hipocresía
de aquellos puños farsantes.

Carroza frágil, cansada
silencio de abismo puro.
Un ataúd de monedas,
un ataúd de vergüenzas,
un ataúd de indecencias,
que llevas un mundo terco
que ya se hastió de sus duelos
y feneció sin quererlo.

Ignacio Araya Dinamarca
24 de Febrero de 2011

domingo, 20 de febrero de 2011

¿Sabes?


¿Sabes?

No imagino anocheceres sin el faro
de tus ojos melancólicos brillando,
furia de un amor que posa siempre
en el costado de la hoguera de mi cuerpo,
ni que se canse mi suspiro ilusionado
o el murmullo huracanado de mi pecho,
ni sucumba la guarida de mi techo
ni esta voz que recita el sentimiento…

No se afina una guitarra sin tu arpegio,
ni me basta una canción de algarabía
quiero sediento la bebida de tu amor,
quiero saciarme con tu piel de tersa vida
quiero soñarte en la complicidad
de una mañana…
Saberte dentro mío en los silencios,
tocarte en el refugio de este beso
tomarte de la mano, esperanzas,
llenarme de tu amor, amada mía.

¿Sabes?

Que mi boca trae todo el sabor tuyo,
de tus besos que son miel, dulce caricia
de unos labios que sacuden todo entero
y renuevan simplemente este amor mío,
como ráfagas de nubes,
aquí dentro…


Ignacio Araya Dinamarca
14 de Febrero de 2011

Frío afuera...frío dentro


Hace frío afuera y hace frío dentro,
en este cuadrado de paredes yertas,
mármol sinfonía de un fuego incesante
que asesina y ciega los ojos cansados,
grietas desahuciadas
en las muecas pobres,
silbido arrogante
de un payaso viento
y un dolido trino
de un gorrión exhausto…

(Duele la quietud silente
de este mediodía,
quema la actitud errante
de una mariposa,
duele la tarde carente
de una melodía,
quema esta frialdad amarga
que carcome el alma…)

Hace frío afuera y hace frío dentro,
hiere aquel paisaje con su lejanía,
aquél que aferrado a mi ser incierto
deja un mustio llanto en estas palabras…

Ignacio Araya Dinamarca
10 de Enero de 2011

Silencios...


Sin ecos a veces
se escuchan los latidos
cuando me quedo mirando
hacia el vacío de la tarde
queriendo ver el mar.

Con voces diferentes
los silencios son eternos
duplicados en el alma,
celestes de agonías
queriendo ver el sol.

Sin ruido la esperanza
se cae en precipicios,
canta obstinada guitarra
el son de las nostalgias
queriendo ver el cielo.

Silencios que son soledades
en el alma cuando llueven
gotitas del desaliento
en el que vale la osadía
del anhelo de soñar…

El grito que no se escapa,
la risa que no se arrima
y este silencio dentro
que evita aquel encuentro
de mi ser con mi reflejo…

…Que quiere oír al mar…

Ignacio Araya Dinamarca
07 de Enero de 2011

La casa (Microrrelato)

La casa estaba vestida con los mejores colores que se hayan visto, mezcla de marrones con blanco, azules con amarillos, dorados, colores seleccionados con pinzas por los mejores diseñadores del país. La casa, tenía unos árboles meticulosamente cortados, moldeadas figuras preciosas, lunas por aquí, soles por allá, animales, paisajes, etc. Estáticas figuras, pero con un verde tan intenso que parecían tener vida. En los jardines, había flores de todo el mundo, las más bellas, exóticas y cuidadas que pudieran existir, prolijamente distribuidas, arreglos realizados por los mejores jardineros del estado. Por fuera, todo era una maravilla. Sin dudas, la casa más hermosa del mundo.

Adentro, atravesando el umbral de la belleza y lo sublime, la casa no era casa. En el comedor, una madre con los ojos morados y el cuerpo destrozado no puede levantar la mirada; un padre que con rostro de lujuria, acaricia por debajo del mantel las piernas de su hija menor; un hijo que no habla y se mueve nervioso, sumido en el miedo y el terror y en una de las piezas, la hija mayor corta con una navaja de oro, sus venas, sumida en el llanto.

Afuera, miles de personas sacan fotos, maravillados de estar frente a la casa más hermosa del mundo, sin duda alguna.

Ignacio Araya Dinamarca
05 de diciembre de 2010

Tarde,,,


Oscura la tarde
como un túnel
sin salida,
lento el minutero
late fuerte en las pupilas,
la cabeza que me estalla,
no me sacia el viento turbio
y este pecho que se ahoga
en las aguas de la ira.
¿Porqué vienes vil dolor
a llenarme el cuerpo feble
de tristezas y temores?
Deja que la fe en el alma
siga su camino
de naranjos y crepúsculos…
¿Porqué vienes mano lóbrega
a tentarme con los grises
de un mañana amurallado?...
Déjame en sosiego,
tropieza con mi frío
y deja en paz a estos ojos
que un ocaso de lágrimas,
roza ya lo inevitable…

Ignacio Araya Dinamarca
09 de Diciembre de 2010

Agonía (Microrrelato)

Se cansó de caminar todos los días por las calles vacías, sin nadie que siquiera le hablara, ni le dirigiera una mirada de comprensión o simplemente un cariño. Su vida había sido un caos desde el comienzo. La madre murió cuando nació y de su padre no sabía nada, podía ser cualquiera.
Se cansó de andar mendigando por algo de comida, buscando entre tachos de inmundicias. Se cansó del frío de la noche que carcomía su piel y sus huesos.
Se lanzó para quitarse la vida, en contra de uno de los automóviles que en ese momento pasaba. En la agonía, pudo ver por vez primera a alguien preocupado por él y con lágrimas en los ojos, un gesto de ternura. Era de la chica que manejaba. Murió y quizás fue el único momento de felicidad que tuvo en toda su vida de perro callejero.
Ignacio Araya Dinamarca
Febrero de 2010

Luna (Microrrelato)

Ni siquiera le preguntaron que edad tenía. Ni siquiera conocían su nombre. Menos sabían que ella era la mimada de mamá y para su padre, era la mismísima luna que había descendido al mundo vestida de ángel. Valientes de alcohol, la tomaron, la llevaron hacia el parque oscuro, le quitaron la ropa, la manosearon, rieron y finalmente la violaron entre todos, una y otra vez sin contemplaciones, saciando sus instintos de ya ser hombres. Luego huyeron, dejando atrás lágrimas, frío, impotencia. Y la sangre derramada de una luna que recién comenzaba a brillar.

Ignacio Araya Dinamarca
23 de noviembre de 2010

Hombre (Monólogo)

Podrías hacerte hombre de una vez por todas.

Hombre. Hacerme hombre. A una edad en que la hombría se caracteriza por la rebeldía y la capacidad de juntar más amigos, sonaba interesante la idea para mí. Mis padres, siempre quisquillosos en darme la mejor educación, me llenaron de reglas y normas básicas para la convivencia social y ayudaron a fomentar en mí el ánimo de esa revolución interna. Recuerdo esa primera vez en que el humo de esa milagrosa yerba envuelta en un papelillo dorado, pasó a mis manos, ante la satisfacción de ellos, mis amigos, que me enrostraban mi siempre negativa, característica de un cobarde. ¡Que orgullosos estaban por Dios¡ Que bien me sentí, cuando aquellas dos chicas aplaudían mi osadía y como premio, me colmaban de besos. Luego las llevé a la cama. Aún siento aquel refugio de erotismo, aún siento el aroma del alcohol, el humo de aquellas esencias emanadas de polvos blancos, el perfume barato de un sexo dominado por la ilusión, ese que desbocó mis sentidos. ¡ Qué lindo es sentirse hombre¡ ¡ Que orgullo sentí de mi en aquel momento¡.

El tiempo pasa. La vida pasa. Año tras año probé de esos manjares extraídos de las mejores escuelas de la hombría. Transformé aquella guarida agazapada de la inocencia, en la casa perfecta de la pasión, quimeras, drogas, sexo, amor, violencia, todo. ¡Qué perfecta era la vida¡. El tiempo pasa, la vida pasa y aquí estoy sentado en la soledad de una pocilga que no tiene nada. En una pared, la foto en blanco y negro de mis padres que me miran con ternura, cae sobre los harapos que me sirven de lecho. Miro hacia el espejo roto y me doy cuenta que la barba ya me llega a las rodillas. Lágrimas caen de mis ojos por este rostro arrugado, sin alma, sin un atisbo de vida y en la frente, veo la sanguinaria cruz que dibujé algún día sin darme cuenta que lo hacía. No aguanto este encierro, amada mía. Ohhh, sí, te tuve amada mía, fuiste mía y mi alma tuya...¿Dónde estás?¿En qué momento dejé que te escaparas? ¿En qué instante huiste de esta bestia encarcelada?¿Cuándo......?

La lluvia cae sobre mi cuerpo desnudo. La siento, me limpia. Estoy viejo, viejo de estos años arrastrados por la vida fácil. Hombre. Fui todo un hombre, amigos míos. Amigos míos, ¿Dónde están?. Fui vuestro orgullo, su amigo, su risa, su títere. ¿Dónde están?. No, no fui un hombre, solo fui un cobarde que dejo escapar todo lo que un hombre tiene: la vida, el amor y la decencia.

- Ya eres un hombre, hijo mío, ya lo eres – dice la voz dulce de mi madre.

Al fin muero tranquilo.

Ignacio Araya Dinamarca
Abril de 2010