- ¡Preparen¡
El sudor empapaba su rostro. La infancia se le vino de golpe a su mente. Su padre nunca estuvo a su lado. Solo recordaba su sombra cuando escondido debajo de la cama lo veía aparecer ebrio golpeando todo a su alrededor incluyendo a su delicada madre. La vio claramente a ella con lágrimas de impotencia y la sangre tiñendo la alfombra.
- ¡Apunten¡
Un temblor recorrió su cuerpo. Recordó la alegría que sintió en el momento de escuchar en la capilla esas palabras maravillosas: “los declaro marido y mujer”. Ella le brindó el beso más exquisito que alguien pudiese entregar. Tres hijos nacieron de ese amor.
- ¡Fuego¡
Oyó la descarga de los rifles. Y recordó esa sensación extraña que se apoderó de él cuando jaló del gatillo asesinando a su esposa y al hombre que se encontraba a su lado cuando llegó de improviso en aquella madrugada. Siguieron sus hijos. No podían quedar solos, mejor que acompañaran a su madre.
- ¡Está muerto¡
- Bien, muy bien. Que traigan al siguiente.
El sudor empapaba su rostro. La infancia se le vino de golpe a su mente. Su padre nunca estuvo a su lado. Solo recordaba su sombra cuando escondido debajo de la cama lo veía aparecer ebrio golpeando todo a su alrededor incluyendo a su delicada madre. La vio claramente a ella con lágrimas de impotencia y la sangre tiñendo la alfombra.
- ¡Apunten¡
Un temblor recorrió su cuerpo. Recordó la alegría que sintió en el momento de escuchar en la capilla esas palabras maravillosas: “los declaro marido y mujer”. Ella le brindó el beso más exquisito que alguien pudiese entregar. Tres hijos nacieron de ese amor.
- ¡Fuego¡
Oyó la descarga de los rifles. Y recordó esa sensación extraña que se apoderó de él cuando jaló del gatillo asesinando a su esposa y al hombre que se encontraba a su lado cuando llegó de improviso en aquella madrugada. Siguieron sus hijos. No podían quedar solos, mejor que acompañaran a su madre.
- ¡Está muerto¡
- Bien, muy bien. Que traigan al siguiente.
© 2008 Ignacio Araya Dinamarca
Junio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario